Una de cada diez personas en el mundo padece, sin saberlo, insuficiencia renal en mayor o menor grado. Cuando la enfermedad evoluciona puede transformarse en crónica y se corre el riesgo de que el daño acumulado en el riñón sea irreversible. Uno de los desafíos es la detección precoz de esta “epidemia silenciosa” que suele dar síntomas en etapas más tardías de la enfermedad, cuando ya se ha producido el daño renal.